EL HACHA DEL PROSCRITO
Dieu! qu'un exilé doit souffrir.
BERANGER.
¡Fina brillas, hacha mía,
Ancha, espléndida, cortante,
Que abrirás la frente al toro
Que probar tu filo osare!
En los bosques para siempre
Voy contigo a sepultarme,
Que los hombres ya me niegan
Una tumba en sus ciudades.
En mi patria me expulsaron
De la casa de mis padres;
¡Y hoy también el extranjero
Me ha cerrado sus hogares!
¡Vamos, pues, que ya estoy listo!...
¡Oh! salgamos de estas calles
Do el dolor del desterrado
Nadie entiende ni comparte:
¡Ay! tú me entretenías
En mi niñez:
¡Ven, sígueme en los días
De mi vejez!
Yo, durante nuestra fuga,
Tengo al hombro de llevarte,
Y un bordón en ti y apoyo
Hallaré cuando me canse.
De través sobre el torrente
Que mi planta en vano ataje,
Tú echarás del borde el árbol
Por el cual descalzo pase.
Si del norte al viento frío
Mis quijadas tiritaren,
Tú derribarás los ramos
Y herirás los pedernales.
Tú prepararás mi lumbre,
Tú prepararás mi carne,
La caverna a que me acoja
¡Y hasta el lecho en que descanse!
¡Ay! tú me entretenías
En mi niñez:
¡Ayúdame en los días
De mi vejez!
A mi alcance y a mi diestra
Muda, inmóvil, formidable,
Me harás guardia, cuando el sueño
En mis párpados pesare.
Si del tigre el sordo paso,
Si el clamor de los salvajes,
Acercándose en la noche,
Del peligro me avisaren.
En mi mano apercibida
Te alzarás para el combate;
Y del triunfo o la derrota
Siempre llevarás tu parte.
¡Ay! la luz del nuevo día
Nos verá en otros lugares;
Débil yo, cansado y triste,
Roja tú con fresca sangre.
¡Ay! tú me entretenías
En mi niñez:
¡Defiéndeme en los días
De mi vejez!
De camino veré a veces
Las lejanas capitales
Relumbrar al tibio rayo
De los soles de la tarde.
Y esos rayos vespertinos
Jugarán al reflejarse,
Cual relámpagos de oro,
En tu hierro centellante.
O, del mar a la alta orilla,
Los pies sueltos en el aire
Cantaré yo al sol y al viento
De la patria los romances,
Y a la roca tú de lomo
Sin cesar dando en la base,
El compás irás notando
Con tus golpes resonantes.
¡Ay! tú me entretenías
En mi niñez:
¡Consuélame en los día;
De mi vejez!
¡Sí, consuelo del proscrito!
¡Oh, jamás aquí le faltes!
¡Ay! ¡de cuanto el triste llora
Si es posible veces hazle!
Patria, amigos, madre, hermanos,
Tiernos hijos, dulce amante;
¡Cuanto amé, cuanto me amaba
Vas tú sola a recordarme!
¡Nunca, nunca, pues, me dejes,
Sígueme a las soledades!
¡No abandones al proscrito
Sin que al fin su tumba excaves!
¡Por el mango hundida en tierra,
Tu hoja se alzará en los aires,
De los picos de los buitres
Defendiendo mi cadáver!
¡Ay! tú me entretenías
En mi niñez:
¡Sepúltame en los días
De mi vejez!
1838
(Revisados en Nueva York, Marzo 23 de 1850)
José Eusebio Caro