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Si alguna noche llegas, retrocedes, te vas aproximando a la zona prohibida, no te amilanes de ninguna forma. Entra sin miedo (aunque con miedo lo hagas) en esa punitiva bifurcación del laberinto cuyo riesgo mayor consiste en desear que prevalezca. Quédate donde estabas hace sólo un momento, es decir, en la duda. Tal vez aprendas de repente a no creer en nada parecido a esa virtud mugrienta que arrastra a los gregarios. También podrás atestiguar sin proponértelo que ninguna verdad es la misma dos veces.
José Manuel Caballero Bonald