POR NADA DEL MUNDO
Ayúdame a buscar esa palabra, compasiva y doméstica ramera, única estable legataria de la felicidad con quien pacté de niño. Allí debe estar resonando todavía, entre la irreparable servidumbre del desván de los jueves, retenida tal vez por esa turbadora cerrazón de aventuras donde jugaba el miedo a disfrazarse de hombre. Palabra que remite a un efluvio perdido de sudor y cosmético, de alcuza y delantal. Ciclo de la condescendencia, dependo de su arbitrio, me confundo a destiempo con la vertiginosa modificación del lugar que ocupaba. ¿No conservo ya entonces ni un solo rudimento del testigo que fui secretamente hace ya tantos años? El presente desdeña lo que el recuerdo elige: esa palabra con la que ya no voy a reencontrarme nunca, que se parece cada día más a alguna sobrehumana carencia de pasado.
José Manuel Caballero Bonald