VIOLA DA GAMBA
Es ist der alte Bund: Mensch, du musst sterben
Cantata BWV 106. Bach
Ese que se levanta del asiento
y cierra lentamente el clavicordio,
camina grave ahora y distraído:
ha escrito en esta noche el Actus Tragicus.
(Detrás de Dios, del sueño y la penumbra
la indescifrable araña hila
memorias sobre unas amapolas).
Polvo disperso lo que fue una roca
mira nacer el hombre el alba
y se estremece. No de la luz anticipada
sino del último relámpago
que almoneda los sueños de las cosas.
Lo ha alcanzado la fuga de la muerte,
la multitud de hojas detenidas
en su sencilla eternidad de trémolo.
Brisa animal cuando el metal se anima
se oye crujir la nieve como el hierro
y Bach se inclina a su cantata breve
(un sedoso mastín gruñe en la puerta:
se ha extinguido el candil en la recámara
de Ana Magdalena).
Ensimismado
cruza la sala y de otra zarza ardiente
oye las notas siervas de su nombre,
bien sabe que el azar acecha oculto
en su naturaleza con abismos,
que de su mano comen las violas de la noche
y que ha devuelto sólo al tiempo un dios disperso
en sonidos armónicos o atroces.
Cerca del frío
recuerda que bebió —hasta las heces
la sumisión ante el margrave, y que no olvida
su cautiverio en la Corte de Weimar
(la mariposa rota que entró por la ventana
apenas entreabierta, cae).
Fugaz, intemporal a despecho del desastre,
ciego tantea con el pie la fosa
al tiempo que en los riscos del aire van tejiendo
redes de pesadillas las centurias.
Él, que templó la voz humana,
¿por qué no extrae de la sombra su palabra?
Sólo bebió el destino del espejo
que agazapa los rostros de un modo involuntario
Liberado del sueño tantas veces
¿cuántas otras fue presa del olvido?
Con el sol se oye un órgano de escarcha:
Señor, las ramas crujen al peso de la nieve.
Hombre, debes morir. Es la antigua alianza.
Y si tocó el molusco de la duda
fue para saborear ecos y pasos
de la muerte.
Hoy sabe que su música ha creado
un planeta gemelo de la tierra.
Juan Bañuelos