OBOE NOCTURNO
Nos lo dijo la noche reclinada como una mujer vieja
En aquella colina:
Partimos la soledad como el pan más amargo.
Y aun así hemos seguido viviendo.
Callamos puertas, deshojamos muros,
Nadie nos vio correr tras el último tranvía de la noche.
Repasé caminando las palabras de arena
Que les dije en el bar a los amigos,
Y era mi boca la boca del silencio
Mordiendo aquellas cosas.
(Me custodia la ira con su puño de rejas,
Con el sonido extinto de la sombra. Después,
Mi tardo andar imita la dirección de un río
O el camino de hormigas alrededor de un árbol).
Leo un anuncio de neón
Que besa obscenamente la espalda de una estatua,
Alguien hace el amor
Y el mundo es más hermoso,
Y es cierto que el sereno ronda su última vuelta
Porque yo empiezo a ser testigo de los sueños.
A estas horas hay muchos hombres que van y vienen
Alegres, preocupados, en el medio de la calle
O avanzando contra un muro.
Es la hora en que la fiebre sube a los enfermos
Como una hiedra sonámbula y flotante.
Con los ojos fijos la música de un viejo cabaret
Madura lentamente el deseo,
La quemadura busca querencia en la ceniza,
Y recuerdo que es jueves
Sólo por darle un nombre al tiempo.
Los silbatos de las fábricas cercanas
Me traen preocupación y frío,
Y me duele la noche y el auto que frena de repente
Y el llanto del recién nacido.
Lo ordena el viento oscuro
Para que tú recibas las balas
Del guerrillero fusilado,
Para que ames
Aun desangrando en luto.
Y grita.
Grita con toda tu piel como si fuera
La lengua del mar mezclada con la noche.
O aún mejor: ponla tensa como un tambor que suene
Y despierte a los hombres.
Juan Bañuelos