LA SENTENCIA
¡Fusiladles, fusiladles
Quitadles la vida,
Derramad su sangre aún cálida
Para que brote de la húmeda tierra!
Hacedlo ahora,
Porque ya no tienen orejas
Ni pueden dar los pasos del «böatte»;
Ya no podrán sujetar los «bilëbbó»
Cuando mañana asistan, callados,
Al baile quieto de los ancestros,
Porque hoy tienen la lengua partida
Los ojos reventados
Y sus gónadas chamuscadas.
Quitadles la vida
Y derramad su sangre en el lago
Para que Wewèöpö les busque
Y cesen los lamentos de sus doncellas.
Viejos y donceles,
Desnudos o cubiertos,
Ya nadie les recuerda
Sólo la sangre que fecundó la tierra
Y de la que germinó y siempre
La palabra libertad;
La sangre de los ancianos y donceles
La sangre de un pueblo con tierra de mar
La sangre de la libertad y la lengua.
Justo Bolekia Boleká