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LA DESPEDIDA DE SILVIA

Ya llegó el instante fiero,
Silvia, de mi despedida,
Pues anuncia mi partida
Con estrépito el cañón:
A darte él a Dios postrero
Llega ya tu tierno amante,
Lleno de llanto el semblante,
Y de angustia el corazón.

Llega tú, objeto divino,
Tiéndeme los brazos bellos,
Que si logro yo que en ellos
Dulce acogida me des,
No conseguirá el destino
El golpe que quiere darme,
Porque antes de separarme
Me verá muerto a tus pies.
 
¡Oh! si las pasiones nuestras
Fueran de igual violencia,
El dolor de nuestra ausencia
Se partiera entre los dos:
Mas tú un semblante me muestras
Indiferente o contento,
Cuando yo no tengo aliento
No aun para decirte adiós.

Murmurando un manso río
Baña el prado con sosiego,
Y por fruto de su riego
Bellas flores ve brotar
Tú en silencio, llanto mío,
Mi aflijido pecho bañas,
Y de Silvia las entrañas
No consigues ablandar.

¿Mas qué dices, Silvia mía,
Con ese tierno suspiro?
Por qué entre lágrimas miro
Tus ojos resplandecer?
Cual nube que en claro día
Opuesta al sol se deshace,
Y el sol con sus rayos hace
Brillar el agua al caer.

¿En mí los lánguidos ojos
Fijas con tanta ternura
Sin faltarle la hermosura
Falta a tu rostro el color?
¿Vas a abrir los labios rojos,
Y el sentimiento los sella?
¡Que en ti haya de ser tan bella
Aun la imagen del dolor!

¡Insensato! yo pensaba
Que la amarga pena mía
Algún alivio tendría
Si tu penaras también;
Al error que me engañaba
Concede, Silvia, el perdón.
Ya siento más tu aflicción
Que antes sentí tu dosdén.

Bien mío, por Dios te ruego,
Serena el triste quebranto;
No vale tan bello llanto
Cuanto el mundo encierra en sí:
Pasen por ti con sosiego
De amor las horas serenas,
Y aquellas de angustias llenas
Que se detengan en mí.

 
En mí, miserable y triste,
Por el cielo destinado
Para soportar del hado
La bárbara crueldad:
No en ti, que hermosa naciste
Llena de un poder divino
Para tener el destino
Sujeto a tu voluntad.

Por él tendrás el consuelo,
Mientras que mi ausencia llores,
De encontrar mil amadores
Mas de tu gusto que yo:
Otro a quien dispense el cielo
La fortuna de agradarte;
Pero otro que sepa amarte
Como yo te amo, eso no.


No me enamoró tu trato,
Ni tu semblante perfecto,
Sin un simpático afecto,
Que tal vez nací con él:
Yo me figuré un retrato
De las gracias verdaderas,
Y conocí que tú eras
El original de aquél.

No suele en tierra caído
Tan turbado e indeciso
A un relámpago improviso
El caminante quedar,
Como yo de amor perdido
Al mirar tu bello rostro,
Pues luego e tus pies me postro,
Y te adoro a mi pesar.

Mas yo parto... ¡ay Dios! mis penas
En la explicación no caben;
Los cielos solos las saben
Que el fondo del alma ven,
Y vieron las horas llenas
De deliciosos recreos,
Que colmaron mis deseos
En los brazos de mi bien.

Y a las aguas blandamente
Mueve afable ventolina,
Y do la gente marina
Se oye la confusa voz:
Ya del ancla el corvo diente
Del fondo tenaz retiran;
Todos a darme conspiran
Una muerte más veloz.
 
Ya con planta vacilante
Piso la débil barquilla,
Pronta a abandonar la orilla,
Y llevarme al gran bajel.
Silvia, a tu infeliz amante,
En los últimos momentos,
¡Qué funestos pensamientos
No le asaltan de tropel!

Conozco el dulce desquite
Con que pagas mis ternezas,
Se me acuerdan tus finezas,
Tu cariño bien lo sé:
No hay prueba que no acredite
Tu pasión en mi presencia;
¿Pero quién sabe en la ausencia
Si sabrás guardarme fe?

Ese atractivo divino,
De mi sumo bien origen,
Tal vez los hados lo eligen
Por principio de mi mal;
Y mientras yo, ausente y fino,
Mi perdida prenda lloro,
Los encantos que yo adoro
Gozara un feliz rival.

No, mi bien: no, gloria mía;
¡Oh! no se lleven los vientos
Esos tiernos juramentos
Que el universo envidió
Venzamos la tiranía
Del tiempo y de la distancia
Con la invariable constancia
Del lazo que nos unió.

Al salir el sol brillante,
Al poner sus luces bellas,
Al nacer luna y estrellas
Estaré pensando en ti:
No me apartaré un instante
De esta idea encantadora;
Y tú entre tanto, traidora,
Ni aun te acordarás de mí.

A solas mi pensamiento,
Engolfado en esos mares,
Reposará los lugares
Donde contigo me vi:
Entonces mi sentimiento
Hará sensibles los bronces;
Tú, más que ellos dura, entonces
Ni aun te acordarás de mí,

Aquí vi sus perfecciones;
Allá la juré mi dueño;
Allí con labio halagüeño
Me dio el vouturoso sí:
Tal vez estas reflexiones
Harán que el dolor me acabe:
Y tú entre tanto ¿quién sabe
Si te acordarás de mí?

Llamaré instante de gloria
Aquel en que vi tu gracia,
Y origen de mi desgracia
El punto en que la perdí:
Mil veces esta memoria
Me hará renovar el llanto;
Y tú ¿quién sabe entre tanto
Si te acordarás de mí?

Cuando solo se estén viendo
En el cielo las señales
Con que asusta a los mortales
El supremo criador,
Óyese el tronar horrendo
En las cavernas más hondas,
Y el mar las turbias ondas
Se levanten con furor:

Cuando impelido del Noto
El soberbio mar Tirreno
Quiere desde su hondo seno
Las estrellas asaltar
Y emplea el triste piloto,
En vez de la ciencia, el ruego,
Viendo ser su nave el juego
De la cólera del mar:

Entre los roncos clamores
De gente que atribulada
Ante sus ojos la espada
De la muerte ven lucir:
Yo haré que de mis amores
Tan negro horror se despida,
Y ¡adiós Silvia de mi vida!
Se oirá en los vientos gemir.

autógrafo
Juan Bautista de Arriaza y Superviela


Juan Bautista de Arriaza

inglés Translation by James Kennedy

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