Ciertamente.
Ni las lechuzas ni la luna.
ni el mar ni los caballos
aportan las razones evidentes
con las que, siquiera, vislumbrar
las remotas causas del caos.
La irracionalidad, pues,
alcanza un grado terminante.
Envuelve a dioses y herraduras.
Estuvimos a punto de entregarnos.
De reconocer vuestra barbarie.
Olvidando los tiempos heroicos
aquellos en que el mar
y los caballos pelearon por nosotros,
a solas bajo un cielo
espléndido y remoto.
Estuvimos a punto de entregarnos.
De hacernos razonables y accesibles.
José Antonio González-Haba