SOY UN INDOCUMENTADO DE LA ETERNIDAD
Soy un indocumentado de la eternidad,
un ilegal que cruza las fronteras del sueño.
El pasaporte de la existencia ha caducado
y sin papeles mis huesos valen nada.
Viajo de noche hacinado en un camión sin luces
y duermo en las trastiendas de la ley.
El sueño americano se ha convertido
en el infierno del exilio de mí mismo;
en las esquinas acecha la migra con sus redes
para atraparme como a un extraterrestre.
«Ha salido de las sombras», me señalan,
cuando emerjo de los retretes del trabajo.
No importa. Como un mojado celebro
el paso del viento en los altares del desierto
y contemplo el infinito en el lugar
donde estaban las torres gemelas.
Nueva York, lunes 1 de mayo de 2006, durante la marcha multitudinaria de ilegales
Homero Aridjis