SOBRE ÁNGELES
IX
Durante la noche, los bosques de mi pueblo
aguardan escarchados las luces del amanecer.
Las mariposas monarcas, como hojas cerradas
cubren el tronco y las ramas de los árboles.
Superpuestas una sobre otra forman un solo organismo.
El cielo azulea de frío. Los primeros rayos de sol
tocan los racimos de las mariposas entumecidas.
Y un racimo cae, abriéndose en alas.
Otro racimo es alumbrado y por efecto de la luz
se deshace en mil cuerpos voladores.
El sol de las ocho de la mañana abre el secreto
que dormía emperchado en el tronco de los árboles,
y hay brisa de alas, hay ríos de mariposas en el aire.
El alma de los muertos es visible entre los arbustos,
puede tocarse con los ojos y las manos.
Es mediodía. En el silencio perfecto se escucha
el ruido de la motosierra que avanza hacia nosotros
tumbando árboles y segando alas. El hombre, con sus mil hijos
desnudos y hambrientos, viene gritando sus necesidades
y se lleva puñados de mariposas a la boca.
El ángel dice nada.
Homero Aridjis