MOCTEZUMA Y LOS TAMEMES
Los pies de Moctezuma no tocaban el suelo
y su camino no tenía puertas;
los tamemes pisaban todos
los lodos y su camino estaba lleno de cargas.
Los oídos de Moctezuma escuchaban los cantos
y su lengua profería las palabras de mando;
los tamemes recogían los insultos
y su voz era la de los cenzontles en los montes.
Para tener a sus esposas y concubinas
Moctezuma sólo se volteaba a su derecha o a su izquierda,
y su progenie sagrada se propagaba luego
por los cuatro rumbos del Imperio y de la muerte.
Las mujeres de los tamemes acogían
a los caciques y a los señores de la tierra,
y sus hijos naturales atravesaban leguas
portando con pies flacos la riqueza ajena.
Sirvientes con bezotes de cristal
servían a Moctezuma perros, pescados y patos;
los tamemes cargaban cacao y maíz,
con su comida para el camino encima de la carga.
Para conocer el pasado y el futuro
Moctezuma poseía adivinos y hechiceros,
espejos de obsidiana, animales y aves,
y cautivos que sacrificaba a los dioses.
Para saber su suerte
los tamemes miraban su condición presente,
y consultaban la desnudez y el hambre
en su propio cuerpo.
El día en que Moctezuma supo en la Casa de lo Negro
que su ruina venía a caballo
con los atavíos de un dios,
que se había perdido en el Poniente;
los tamemes no vieron nada
en su día negro,
sólo cambiaron de dueño
en la historia de México.
Homero Aridjis