AFRODITA Y EL VIEJO O LA EDAD ESCRITA EN LAS MANOS
En la terraza del café,
el viejo lee su edad
escrita en las manos.
Las pecas, las venas, los canales,
los surcos rugosos, los huesos trapecio
y metacarpo, denuncian los años.
De la muñeca a las yemas de los dedos,
de la palma al dorso, se observan las marcas
del tiempo como anillos en troncos añosos.
Él se abisma en la parte central donde se borran
las líneas de la vida y surgen cinco dedos crispados,
el gordo, el índice, el cordial llamado grosero,
el anular y el meñique, los cuales, lúbricos,
ansían explorar el culo orondo de la Afrodita
viva que va por la calle como un sueño.
El tacto recuerda pasados contactos,
pues la piel tiene su memoria propia
como si el cuerpo mismo recordara.
Mas el deseo se desvanece cuando el viejo
descubre en las palmas y en los dorsos
su edad escrita en las manos.
Homero Aridjis