las mitades separadas que el deseo atrae a su centro como a un espacio de reunión donde el ser unido resplandecerá
completo la afinidad que los conduce como un color a su sonido ascendiendo a un yo único donde el movimiento
de uno y otro llega a ser inseparable las miradas que convergen y emergen hacia afuera y hacia adentro mientras hierve el deseo en su conjunción
los senos de ella que como nubes henchidas de lluvia se mecen sobre su ombligo y las pulsaciones fugitivas de su sangre que
llevan intensamente hacia su centro al recobrado que sufre como un cuerpo en gestación o descansa como un rojo solitario en una esfera
Homero Aridjis