CIRABEL I
1. Cirabel
Cirabel
llego siempre a tu aposento
con una confusión de bocas
y una zozobra de hombre
a traerte la ofrenda cotidiana
de mis manos huecas
un montículo de ausencia1
fundido en recuerdos cobrizos1
Más o menos
cuando la ceniza de la noche
se derrama sobre tus pupilas
igual que ante una ciudad inerme
Anudado tu grito de silencio
no me dices nada
también en mis labios crece el musgo1
y nos contemplamos
como si no existieran nuestros cuerpos
Homero Aridjis
1 Este verso no figura en otra versión.