ODA XXVIII DE ANACREONTE
El Retrato de la Amada
¡Oh pintor excelente!
del arte dueño en la florida Rodas;
para que pintes a mi ninfa ausente
vengo a contarte sus bellezas todas:
sus fértiles cabellos
imiten los plumones de las aves,
y si la cera lo consiente, en ellos
de esencias pon los hálitos suaves;
bajo la obscura mancha
de la melena undívaga y dispersa,
en grácil línea, de su frente ensancha
el ara ebúrnea, luminosa y tersa;
porque la curva ceja
no se junte a su hermana ni se aparte
huyendo esquiva su gentil pareja,
con albo punto sus dominios parte;
la lumbre de sus ojos
luz de carbones encendidos sea;
imita los de Palas sin enojos
y el húmedo mirar de Citerea;
deshoja en leve taza
de leche campesina frescas rosas,
y mojado el pincel, su nariz traza
y de su faz las tintas ruborosas;
en su boca menuda
finja reclamos tu inspirado toque:
incite al beso con palabra muda,
y a desatar sus pétalos provoque;
de la garganta en torno
las Gracias juguetonas revolando,
escuden con sus alas el contorno
del móvil cuello repulido y blando.
De su carne divina
muéstrenos tu pincel blanco destello,
que el ojo tras la púrpura adivina
el ágil talle inmaculado y bello.
Amor mi labio sella...
escucba la esperanza que me enciende:
¡ya ven mis ojos la sin par doncella
que de tu claro lienzo se desprende!
Guillermo Valencia