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FUTURO

(TEMA DE ANOTÓLE FRATIEE)

Cuando, para la bóveda sombría,
el sol, en el final de la carrera,
niegue su luz en moribundo día,

y sobre el haz de la caduca esfera
agite los cansados resplandores
cual una encanecida cabellera;

cuando desde los árboles sin flores,
descolorado el vivido plumaje,
caigan los ateridos trovadores,

y en el seno de bosques sin follaje
no celebren las músicas del río
el rojo idilio del amor salvaje:

las últimas parejas, con bravío
dolor y melancólica mirada
cabe la hoguera temblarán de frío,

y desde la colina desolada
el pino sólo moverá la copa
a los besos del Ábrego erizada.

Mudos, enormes, cual nevada tropa
de fantasmas, los témpanos errantes
sobre los lagos donde duerma Europa,

como bárbara tribu de gigantes
sepultarán el profanado suelo
de mil ciudades que bulleron antes,

donde, como luciérnagas del cielo,
ilusiones de amor y de ventura
iluminaron noches de desvelo...

Vástagos de la imbécil criatura
y el loco Adán, a la marchita sombra
esquivando su lánguida figura,

de las nieves y el liquen por la alfombra
divagarán los últimos humanos
a quien el ceño del pesar no asombra,

y, como los postreros veteranos
de acuchillado ejército, la vida
defenderán con sus vellosas manos;

o en el centro de lóbrega guarida,
envueltos en las pieles crujidoras,
recogerán el alma embrutecida.

Los ecos de las auras gemidoras
arrullarán a sus hambrientos hijos
en las gélidas noches sin auroras,

y al través de los yertos escondrijos
sus híspidas mujeres con pavura,
en la cúpula gris los ojos fijos,

contemplarán por la silente altura
estrellas blancas en mitad del día
y un fatídico sol que no fulgura,

mientras la formidable gritería
de los peludos osos bramadores
llena la sorda inmensidad vacía...

Pasarán los postreros moradores,
de las grutas sin arte, sin conciencia,
nutridos con el pan de los dolores,

sin saber nuestra fe ni nuestra ciencia,
y obscureciendo bajo el cráneo hirsuto
un trémulo fulgor de inteligencia,

por solo anhelo dominar el bruto
v recoger sobre la tierra ingrata
insípida raíz o amargo fruto.

Un ser enfermo, de cabeza chata,
con un bosque de pelos por abrigo,
y ojos donde la bestia se delata,

clavadas en el éter enemigo
las pupilas buscan el Oriente,
sin odio, sin amor y sin testigo

reclinará la sudorosa frente
sobre la tierra y se hundirá callado
en el fúnebre golfo sin corriente.

Al soplo de huracán desenfrenado,
la Tierra por el piélago infinito
irá como un espectro ensangrentado.

En muerta paz y con ahogado grito
no evocarán los tristes animales
de nuestra raza el pálido Delito...

Mientras duermen las obras inmortales
de Homero y Fidias, de Marón y Horacio
bajo los amarillos arenales,

escombros de quimérico palacio,
como una ave perdida en el desierto,
el mundo rodará por el espacio,
¡ennegrecido y olvidado y muerto!

autógrafo

Guillermo Valencia


«Ritos» (1898)

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