A UNA JOVEN RUSA
En mi huerta hay pocas flores,
Niña rubia,
Mas de inocentes olores;
No han ajado sus colores
Sol ni lluvia.
Simples flores campesinas
Oreadas
Por las auras vespertinas,
De mi vida en las ruinas
Abrigadas.
Al cabello de áureas ondas
Prende alguna.
Por si danzas en las rondas
De las leves wilas blondas
A
la luna.
Un mi amigo me ha mostrado
Tu semblanza,
El amigo afortunado
De quien has acariciado
La esperanza
¡Oh qué linda! coronada
De esplendores
De la juventud rosada,
Semejas la reina amada
De las flores.
¡Fuente sellada, manante
De consuelos;
Espejo limpio y flamante,
Que pinta el azul brillante
De los cielos!
Tu boca al amor convida,
Deliciosa,
Fresca granada partida;
En tí desborda la vida
Harmonïosa
Mas aunque el sentido adules,
Tu alma bella
Brilla en tus ojos azules.
Como entre diáfanos tules
Una estrella.
Sobre tu blanco vestido
Tu rosario
Del cinturón suspendido,
Pareces haber salido
Del santuario.
Quizás en el templo estenso,
Palpitante,
Toda impregnada de incienso.
Implorabas al Inmenso
Por tu amante.
El te recuerda y derrama
Tierno llanto,
Diciéndome: «la reclama,
Mi corazón la reclama,
¡la amo tanto!
Y agrega— «muero en su ausencia,
Sin su amor,
¿Qué me importa la existencia?
Es un ángel de inocencia,
Luz y flor;
»La deidad de la armonía
Soñadora,
Que en sus himnos se extasía,
Y en dulce melancolía
Canta y llora».
Tu prestigio así he sentido
Desde lejos,
Como el lago adormecido
De algún astro ya escondido
Los reflejos.
¡Y que no te conociera
Flor discreta!
Mas sin verse en primavera
Se adivina en la pradera
La violeta.
¡Casta flor de la alba veste,
Solitaria,
Que cual un. perfume agreste
Suba hasta el trono celeste
Tu plegaria!
Dios tu sueño de ventura
Realice;
Que tu vida fresca y pura.
Como el agua en la espesura
Se deslice!
Carlos Guido y Spano