PUERTA OBSTINADA
II
¡Ay, cómo temo a las puertas!
Yo nunca las pienso entradas:
no es que las niegue ocasiones,
es que me son decepciones
porque están predestinadas.
Yo las quisiera vedadas,
vedadas o inexistentes,
mil veces mejor ausentes
y no a la muerte encauzadas.
Puertas son de las moradas
adonde van mis deseos;
pues, aunque éstos den rodeos,
tienen puertas destinadas.
Guadalupe Amor