PEQUEÑA BIOGRAFÍA DE UN HOMBRE CONTEMPORÁNEO
Entre dos guerras deflagró mi vida.
Entre dos apogeos del estrago.
Dos guerras grandes cual el mundo mismo.
Antes de la primera yo fui blanco.
Después de la segunda ya tenía
el color de la pólvora tatuado.
Antes de la primera iba desnudo,
animal inocente por los llanos
frumentales. Después de la segunda,
cota de malla y corazón blindado.
Olía el musgo a semen de leones.
Los arroyos a orines de caballo.
Antes de la primera no tenía
temor del fuego, del rescoldo humano.
Durante la segunda, intensamente
los tuétanos salidos me quemaron.
Pude sobrevivir arrebatándole
a un muerto su rincón. Y así, empujándolo
como a un costal de carcomidos huesos,
lo eché del foso y me escondí en su cárcamo.
Después clamaban a millar de voces
que yo era un resurrecto. Y me apedrearon.
Antes de la primera, humildemente
como se brinda un pan daba la mano.
Después de la segunda la escondía.
Antes de la primera, noble el paso.
El de un hombre sencillo que confiara.
Después de la segunda, brinco largo
de tigre hambriento. Vida bifurcada.
Ni siquiera me duele recordarlo.
Carezco de dolor. No tuve triunfos
ni dignidad y soy uno de tantos
delincuentes que nombran las noticias
cotidianas. Un nadie. Un ser castrado.
Lo demás que pudiera referiros
es aún más torpe, sórdido y extraño.
Intimidad inverecunda y podre.
Mi rostro no es auténtico. Es el falso
que ya todos tenemos; y conmigo
porto un papel. En uno de sus ángulos
mi única dirección. No es verdadera.
Teléfono ficticio y un retrato
lleno de arrugas; máscara de un hombre
deliberadamente equivocado.
Alma y figura, nombre y domicilio,
todo simulación, todo bastardo.
Lo que sé y lo que ignoro y lo que nunca
podré saber. El sueño y lo insoñado.
La inmunda cabellera hasta la espalda.
Un infeliz andrógino barbado.
Mas pudieran valerme estas señales
si algún día vulgar, un día amargo
sin fecha, como hay muchos en la vida;
sin prodigalidad, un día avaro,
yo me muero en la calle como muere
bajo la oscuridad un perro anciano.
Germán Pardo García