DESTRUCCIÓN DE LA NOCHE
¿Dónde están las columnas de alabastro
que el cuerpo de la noche sostenían,
las células de nieve que podrían
térmicas ser en el crisol de un astro?
De la noche de Dios no queda un rastro.
Cambia de sexo el ruiseñor. Desvían
los templos la grandeza que tenían,
y a la derrota su estandarte arrastro.
Ya es la noche del hombre, el satanismo
de su fuerza, su infausto sincretismo,
su panteral imagen que cintila.
Y en la sucia pared su testamento:
la frustración, el sordo aturdimiento
que su mente narcótica destila.
Germán Pardo García