LA FRONTERA
¡Llueve en la madrugada, llueve, llueve!
¡Llovió toda la noche! ¡Yo escribía
y en busca de algo la ventana abría
hacía el Amor que las estrellas mueve!
¡El ruido de mis manos era leve!
¡Más que ruido de manos parecía
de obstinada carcoma que mordía
la madera de algún bajorrelieve!
¡Oficio terco, descarnante,
duro, de hurón en su inundada madriguera!
¡Partiendo siempre con la sien un muro
y con envidia del que vive afuera,
hasta que al fin atravesé seguro
la iniquidad de mi última frontera!
Germán Pardo García