LA CÁTEDRA
¡Si queréis escucharme, seres píos,
venid al sardinel en que me siento
a dialogar con el jardín sediento
y la germinación de los plantíos!
¡Es mi cátedra fiel, sin atavíos
ni soberbia y sin otro movimiento
que el de los ojos al desprendimiento
de algo salobre de sus iris fríos!
Las palabras allí ¡cómo quisiera
que fuesen luz, y en lo íntimo del alma
trazar sus líneas con la paz austera
del que descubre en la amarilla palma
de sus manos, un signo que pudiera
ser ya la unción de la infinita calma!
Germán Pardo García