EL FESTÍN
Un negro; y un mantel blanco en la mesa
recién servida. El hombre, inmanumiso,
nada puede tocar. Así lo quiso
su piel oscura, su pelambre espesa.
¡Qué hermosa la dulcísima frambuesa
y el pan qué nutridor, y cómo el guiso
sahúma el culinario paraíso
cubierto de uvas, de alcaparra y fresa!
Y él está allí, con hambre en esa casa;
con sed en las lagunas de ese huerto;
con frío en los rescoldos de esa brasa.
Invitado a un festín del que es lo yerto;
la seca miel que la amargura tasa,
y el comensal de un trágico desierto.
Germán Pardo García