LOS DIÁLOGOS
—¿Oyes gemir el viento en la cañada?
—¡No es el viento! Es la sangre en su vigilia.
La sangre universal cuando concilia
la Tierra con los seres y la Nada.
—Y ese extraño color de cosa helada,
¿por qué su frío a nuestro ser afilia?
—¡No es la Muerte! Tan sólo una marsilia
por los aires de otoño destroncada.
Tus palabras son hondas y divinas.
Te respondo con términos humanos:
¿por qué con tanta soledad inclinas
las sienes al asilo de mis manos?
Te silencias, y allá por las colinas
resplandecen los júbilos Arcanos.
Germán Pardo García