NO PUEDE SER
¡No puede ser! Y sin embargo, ocurre.
Salimos a mirar la tarde en calma
y súbito temor nos hiere el alma.
El viento llega y la ansiedad transcurre.
Vuelve la paz. De pronto algo discurre
incógnito en las hojas de una palma.
Volvemos a temblar y el aire ensalma
la nueva angustia en que la vida incurre.
¡No puede ser!, atónitos decimos.
Mas ennegrecen todos los racimos
y hasta la piedra en los desiertos huye.
¡No puede ser, no puede ser!, clamamos.
¡No puede ser! Y en vértigo nos vamos
entre esa negación que nos destruye.
Germán Pardo García