LA SOLEDAD DE LOS HOMBRES
No conocéis la soledad. No es eso
que amaga al pulso y su calor desvía.
No es la arena de un ánfora vacía
ni el frío calador de carne y hueso.
Preguntádmelo a mí que mido y peso
sus salados adarmes. Yo podría
deciros sin temor desde mi hombría:
¡Soy murallón por su salitre opreso!
Hay que ser hombres para tolerarla.
Más hombres que otros hombres para hallarla
muy junto y no temblar. Hombres sin llanto,
duros como eslabones y desiertos,
cual la primera noche de los muertos
caídos en sus sótanos de espanto.
Germán Pardo García