PODERÍOS
Cuando mi sangre esclava deje de moverse
como una onda ciega en torno de mí mismo,
y mis arterias fluyan de sus cauces;
cuando ya no me encuentre con mi presencia,
como un hombre con su sombría imagen
proyectada en la amargura de un espejo;
cuando lance las sílabas de mi nombre
contra la soledad,
con la fuerza de un grito,
y mi nombre se despedace
y no regrese entre los ecos nunca;
cuando todos los caminos que descienden
desde mis poderíos hacia el mundo,
no me devuelvan más la sombra de mi sombra;
y cuando mi conciencia deje de cavar
por dentro sus oscuras galerías,
como larva sepulta en los recintos
helados de un madero,
entonces hallaré las claras vías
que están en mí como en las montañas
hay sendas que conducen a la luz,
y por allí he de irme a contemplar
la desnuda presencia de las cosas;
la maravilla unánime del mundo
y el corazón activo de los hombres.
Pero todas mis sendas se devuelven
y en mi unidad sus números confunden.
Caminos que no avanzan, vías de asolación
por donde todo paso retrocede.
Mientras afuera, sobre el mundo, hay pájaros
en las frutales ramas del estío,
dentro de mi una angustia de alas prisioneras
se agita sin cesar contra los muros
que amparan la tiniebla de mi espíritu.
Germán Pardo García