EL BAÑO
Ya la naciente claridad del día
los matorrales ribereños dora,
y ante el efluvio de la nueva aurora
la oculta fuente su raudal enfría.
Pisando flores húmedas, María
llega al sereno estanque; y sabedora
del quebradizo encanto que atesora,
tiembla y los hoscos árboles espía.
De sus hombros la túnica desata;
mas, presurosa, con la mano breve
su florecida doncellez recata.
Los tibios pies hasta la orilla atreve,
y a las ondas que el céfiro dilata
arroja al fin su castidad de nieve.
Germán Pardo García