TRISTE PARADERO DEL AMOR
Damón, de su pastora abandonado,
Se sienta al pie de un roble corpulento;
Quiere quejarse de su mal al viento,
La voz le falta, pero no el cuidado.
Rompe lleno de rabia su cayado;
Rasga sus vestiduras al momento;
Los cabellos se mesa; y sin aliento
Cae sobre la grama desmayado.
Al fin la pena con su vida acaba;
Le cercan sollozando los pastores;
Quien el sepulcro pavoroso cava;
Quien le guarnece con silvestres flores;
Y quien ansioso sobre el tronco graba:
Este fin se reserva a los amores.
Gaspar María de la Nava Álvarez, Conde de Noroña