A UNA INGRATA
Con el duro martillo
Sus fraguas hace resonar Vulcano;
El Cíclope amarillo
Con la nerviosa mano
Ase el hierro, que labra el Dios ufano.
Crece el fuego, y arroja
Chispas al soplo del robusto herrero,
Rocíale, y cual roja
Brasa pone el acero,
Que, templándole así, queda ligero.
Trabaja, porque quiere
Forjar al punto un rayo penetrante.
¡Infeliz del que fuere
La víctima! Al instante
Será en ceniza vuelto cual Mimante.
¿Acaso contra el Cielo
Van montes sobre montes colocando
Los hombres con anhelo;
Y con furor infando
La titania locura renovando?
No armar quiere su diestra
El supremo Tonante, que amoroso
Su rostro al orbe muestra:
Cupido es quien furioso
Pretende perturbar nuestro reposo.
Sus flechas ha desecho;
Y este rayo previene enardecido
Contra un ingrato pecho,
Que el lazo ha destruido,
Que atado le tenía, y sometido.
¿Si contra ti su furia
Se dirige? ¿Si acaso querrá ahora
Vengarse de tu injuria?
Sí: porque una traidora
Mueve de un Dios la mano vengadora.
Gaspar María de la Nava Álvarez, Conde de Noroña