SONETO CUARTO
A ENARDA
Quiero que mi pasión ¡oh Enarda!, sea,
menos de ti, de todos ignorada;
que ande en silencio y sombra sepultada,
y ningún necio mofador la vea.
Hazme dichoso, y más que nadie crea
que es de tu amor mi fe recompensada:
que no por ser de muchos envidiada
crece una dicha a superior idea.
Amor es un afecto misterioso
que nace entre secretas confianzas,
y muere al filo de mordaz censura;
y sólo aquel que logra, ni envidioso
ni envidiado, cumplir sus esperanzas,
es quien colma su gozo y su ventura.
Gaspar Melchor de Jovellanos
Obras Completas. Tomo I. Edición de José Miguel Caso González. Centro de Estudios del siglo XVIII e Ilustre Ayuntamiento de Gijón. 1984