CANTO PROFÉTICO DE DAVID,
ESCRITO PARA LA TRAGEDIA SAÚL,Y SUPRIMIDO POSTERIORMENTE EN ELLA.
Hierven y brotan en el alma mía
Sublimes pensamientos,
Y a ti consagro ¡oh Rey! en este día
De mi arpa los acentos.
¡A ti los himnos de alabanza canto
Con inspirado tono:
A ti, que te alzas con el cetro santo
En inmutable trono!
Arenas son que al respirar levantas
El oro y el zafiro,
Y humilde alfombra de tus regias plantas
Las púrpuras de Tiro.
¡Oh tú, supremo en gracia y en belleza!
Las hijas de los Reyes
La pompa dejarán de la grandeza
Por venerar tus leyes.
Serán, señor, tus dones generosos
Del mundo maravilla,
Y ante ti doblarán los poderosos
Sumisos la rodilla.
¡Grande es el rey que con su soplo excita
O aplaca la tormenta!...
¡Su mano, que al torrente precipita,
Las montañas sustenta!
¡Escuchad, pueblos, atended, naciones,
Que el arpa y el salterio
Hoy os anuncian, con sencillos sones,
Un augusto misterio!
¡Convocada será por el monarca
La innumerable gente,
Por cuanto alumbra el sol y el mar abarca
De oriente al occidente!
¡Perderá de sus padres la memoria
La esposa coronada!
¡De siglo en siglo volará su gloria
Por siempre venerada!
¡Cantemos al Señor! ¡oh venturoso
Aquél a quien inspira!
El labio que lo anuncia tembloroso
Ignora la mentira.
¡Cantemos al Señor excelso y fuerte,
Al Rey del solio eterno!
¡El romperá las armas de la muerte
Y cerrará el infierno!
¡Oh luz divina! ¡Oh célica alegría!
¡Oh insólitos portentos!...
¡Hierven y brotan en el alma mía
Sublimes pensamientos!
Febrero de 1846
Gertrudis Gómez de Avellaneda