CUARTETOS ESCRITOS EN UN CEMENTERIO
He aquí el asilo de la eterna calma,
Do sólo el sauce desmayado crece...
Dejadme aquí; que fatigada el alma,
El aura de las tumbas apetece.
Los que aspiráis las flores de la vida
Llenas de aroma de placer y gloria,
No piséis el lugar do convertida
Veréis su pompa en miserable escoria.
Venid vosotros , los que el ceño airado
Del destino mirasteis en la cuna;
Los que sentís el corazón llagado
Y no esperáis consolación ninguna.
Venid también, espíritus ardientes,
Que en ese mundo os agitáis sin tino,
Y cuya hidrópica sed sus turbias fuentes
Calmar no pueden con raudal mezquino.
Los que el cansancio conocisteis, antes
Que paz os diesen y quietud los años....
Venid con vuestros sueños devorantes,
Venid con vuestros tristes desengaños.
Aquí, si os turban sombras de la duda
La severa verdad inmóvil vela:
Aquí reina la paz eterna y muda
Si paz el alma fatigada anhela.
Los que aquí duermen en profundo sueño,
Insomnes cual nosotros se agitaron...
Ya de muerte en el letal beleño
Sus abrasadas sienes refrescaron.
No aquí las horas, rápidas o lentas,
Cuenta el placer ni mide la esperanza:
¡Quiébranse aquí las olas turbulentas
Que el huracán de las pasiones lanza!
Al infeliz y al venturoso espera
Esta región, que la igualdad proclama:
La nada de una vida pasajera
Aquí la voz de los sepulcros clama.
Venid conmigo y al oscuro asilo
Silencio y paz demandaremos juntos:
Venid conmigo y el solaz tranquilo
Gozemos a la par de los difuntos.
1841
Gertrudis Gómez de Avellaneda