LOS DUENDES
(Imitación de V. Hugo)
«E como i gru van cantando lor lai
Faceodo in aer di se lunga riga;
Cosi vid' io venir traendo guai
Ombre portate d' alia detta briga».
Dante
Palacios y campos
Muros y ciudad.
Calles, cementerios,
El viento y la mar,
Los hombres, las aves...
Todo duerme ya,
Y encubre la luna
Su pálida faz,
Solo un rumor se percibe
Vago, débil y fugaz;
El aliento de la noche
Que llena la inmensidad;
Y cual un alma se queja
Perseguida sin cesar
Por una llama invisible
De la región infernal.
El rumor crece, se acerca,
Y mil ruidos a la par
Inarmónicos, confusos,
Oigo en el aire vagar.
De un cascabel el sonido,
De un enano el galopar
Que corre, se acerca, huye,
Torna y se vuelve a alejar,
Y baila sobre una ola
Marcando torpe compás.
Por instantes crece el ruido
Que el eco repite ya,
Cual fatídica campana
Resuena en la oscuridad,
Y ora imita de un gentío
El confuso respirar,
Ora crece, sube y brama
Como tempestuoso mar.
Es ¡oh cielos! de los duendes
¡La horrible voz sepulcral!...
Huyamos entre las sombras
De la escalera espiral.
¡Ay! mi lámpara se apaga,
Y oigo al enjambre fatal
Que en confuso tropel cruza
Surcando la inmensidad...
¡Lívida nube semeja
Preñada de tempestad!
El techo retiembla:
¡Suena de contino!
Cual quemado pino
Lo escucho crujir!
La viga se dobla
Como junco blando,
La puerta girando
Se comienza a abrir.
Los goznes mohosos
Rechinan con ruido,
Con bronco estallido
Se parte el dintel.
Vese entre la nube1
De impuros vapores
De extraños colores
Confuso tropel.
La horrible falange
Forma batallones,
Vampiros, dragones
Vuelan en montón:
Y pasan lanzando
Gemidos dolientes...
Sus alas rugientes
Les presta Aquilón.
Hora tal vez paren2
Sobre mi morada.
Ceda desquiciada
La blanca pared,
Y al impulso ruede
De la horda maldita,
Cual hoja marchita
Del viento a merced.
¡Profeta! si tu mano
Me puede libertar
Prosternaré mi frente
Delante de tu altar.
¡De estos hijos impuros
De la noche fatal,
Sálvame compasivo:
Sálvame por piedad!
Haz que en vano sus alas
Con capricho tenaz
De mis viejos balcones
Azoten el cristal;
Y cerradas mis puertas
No dejen penetrar
El aliento maldito
De su boca infernal.
* * *
¡Ya pasaron! las cohortes
Huyen ya, de furor llenas,
Y en el aire las cadenas
Se oyen chocar y crujir.
Allá al remoto horitonte
La horrible cuadrilla avanza,
Y se escucha en lontananza
De sus alas el batir.
Bajo su vuelo de fuego
Tiemblan las selvas vecinas,
Y se doblan las encinas
Removida su raíz.
Brilla en torno de la luna
Aureola triste, sangrienta3,
Y las nubes, que no argenta,
Forman un rojo matiz.
Por el Éter condensado
Huyen los duendes veloces
Y ya sus fúnebres voces
Apenas puedo escuchar,
Que es el ruido tan confuso,
A proporción que se aleja,
Que imita de la corneja
El fatídico graznar.
Y del granizo el sonido
Cayendo en un viejo techo,
O bien rodando deshecho
Desde elevada canal.
Pero más dulce se torna...
Ya es de una fuente el murmullo,
Ya el melancólico arrullo
De la tórtola leal.
De una piadosa plegaria
Es la sílaba postrera,
O de la ola en la ribera
El expirante rumor:
O es el aura que en las ramas
Juega con vuelo liviano,
O acaso el eco lejano
Del insomne ruiseñor.
* * *
Mas ¡ay! cesa...4
Ningún ruido
A mi oído
Llega ya:
Todo calla,
Y el reposo
Silencioso
Tornará.
Ya en silencio
Su beleño
Vierte el sueño
Por mi sien,
Y en sosiego
Tan profundo
Duerme el mundo
¡Y yo también!
1840
Gertrudis Gómez de Avellaneda
En la versión de Poesías de la excelentísima señora... (1850) trae otra versión datada en Octubre de 1839, en que
se modifican estos versos:
1 Y veo entre nubes
2 Acaso ¡ay! se posen
3 Disco de lumbre sangrienta
4 Pero cesa...