anterior   aleatorio / random   autor / author   inicio / home   siguiente / next

A LA POESÍA

¡Oh, tú, del alto cielo
Precioso don, al hombre concedido!
¡Tú, de mis penas íntimo consuelo,
De mis placeres manantial querido!
¡Alma del Orbe, ardiente Poesía,
Dicta e l acento de la lira mía!

Díctalo, sí, que enciende
Tu amor mi seno, y anhelante ansío
La poderosa voz, que espacios hiende,
Para aclamar tu excelso poderío,
Y en la naturaleza inmensa y bella
Buscar, seguir y señalar tu huella.

¡Mil veces desgraciado
El que, al fulgor de tu hermosura ciego,
En su alma inerte y corazón helado
No abriga un rayo de tu augusto fuego;
Que es el mundo sin ti templo vacío,
Cielo sin claridad, cadáver frío!

Mas yo do quier te miro:
Do quier el alma estremecida siente
Tu indujo inspirador. ¡El grave giro
De la pálida luna; el refulgente
Trono del sol hasta la sombra fría
Muestra tu imperio, observa tu armonía!

En cuanto admira y ama
Te encuentra el corazón. Si el mar violento
Sordo murmura, o irritado brama;
Si suspira la brisa o silba el viento,
Oigo tu voz, que tronadora o blanda
Rige la mente, en los sentidos manda.

¡Al férvido verano,
A la apacible y fresca primavera,
Al grave otoño y al invierno cano
Embellece tu mano lisonjera;
Y alcanzan , si los pintan tus colores,
Calor el hielo, eternidad las flores!

¿Qué a tu dominio inmenso
No sujetó el Señor? En cuanto existe
Hallar tu ley y tus misterios pienso:
El universo tu ropaje viste
Y en su conjunto armónico demuestra
Que tú guiaste la hacedora diestra.

¡Hablas! ¡todo renace!
Tu creadora voz los yermos puebla;
Espacios no hay que tu poder no enlace;
Y rasgando del tiempo la tiniebla,
Luz celestial, descubres e iluminas
Las ignoradas míseras rüinas.

Por tu acento apremiados
Levántanse del fondo del olvido
Ante tu tribunal siglos pasados,
Y el fallo que pronuncias, trasmitido
Por una y otra edad en rasgos de oro,
Eterniza su gloria o su desdoro!

Tu genio independiente
Rompe las sombras del error grosero,
La verdad preconiza, de su frente
Vela con llores el rigor severo,
Y da al mortal, en dulces ilusiones,
De saber y virtud gratas lecciones.

Tu espíritu sublime
Ennoblece la lid. Tu épica trompa
Brillo eternal en el laurel imprime,
Al triunfo presta inusitada pompa,
Los ilustres hechos que proclama
Fatiga son del eco de la fama.

Mas si entre gayas flores
A la beldad consagras tus acentos,
Si retratas los tímidos amores,
Si enalteces sus rápidos contentos,
A despecho del tiempo, en tus anales
Beldad, placer y amor son inmortales.

Así en el mundo suenan
Del amante Petrarca los gemidos;
Los siglos con sus cantos se enagenan,
Y unos tras otros, de su amor movidos,
Van de Valclusa a demandar al aura
El dulce nombre de la dulce Laura.

¡Oh! No orgullosa aspiro
A conquistar el lauro refulgente
Que humilde acato y entusiasta admiro
De tan gran vate en la inspirada frente,
Ni ambicionan mis labios juveniles
El clarín sacro del cantor de Aquiles.

No tan ilustres huellas
Seguir es dado a mi insegura planta;
Mas, abrasada al fuego que destellas,
¡Oh genio bienhechor! a tu ara santa
Mi pobre ofrenda estremecida elevo,
Y una sonrisa a demandar me atrevo.

Cuando las frescas galas
De mi lozana juventud se lleve
El veloz tiempo en sus potentes alas,
Y huyan mis dichas, como el humo leve,
Serás aún mi sueño lisonjero
Y veré hermoso tu favor primero.

Dame que pueda entonces,
¡Virgen de paz, sublime poesía!
No trasmitir en mármoles ni en bronces
Con rasgos tuyos la memoria mía;
Solo arrullar, cantando, mis pesares,
A la sombra feliz de tus altares.

Julio de 1836

autógrafo

Gertrudis Gómez de Avellaneda


«Poesías de la excelentísima señora Dª Gertrudis Gómez de Avellaneda» (1850)

versión versión de Poesías de la señorita (1841)

poema aleatorio   siguiente / next   anterior / previous   aumentar tamaño letra / font size increase   reducir tamaño letra / font size decrease