«Como al pastor que en la ardiente hora estiva
la verde sombra, el fresco aire agrada,
y como a la sedienta su manada
alegra alguna fuente de agua viva,
»así a mi árbol do se note o escriba
mi nombre en la corteza delicada
alegra, y ruego a Amor que sea guardada
la planta porque el nombre eterno viva.
»Ni menos se deshace el hielo mío,
Vandalio, ante tu ardor, cual suele nieve
a la esfera del sol ser derretida».
Así decía Dórida en el río
mirando su beldad, y el viento leve
llevó la voz que apenas fue entendida.
Gutierre de Cetina