XXXIX
A UN SUPLICIO DE FUEGO, EJECUTADO EN UN CÓMPLICE, DE MUCHOS, EL MENOS PODEROSO
Arde el deliro en las crueles aras
de la necesidad más encendidas
que del fuego, brotando las heridas
tanto dolientes señas cuanto avaras.
Enlazada segur, torcidas varas,
cenizas entre llanto sumergidas
aun el humo descubre, aunque oprimidas
del ciego polvo y las pavesas claras.
Tres veces impacientes rodearon
las llamas el cadáver, apartadas
aun menos del juez que del suplicio.
A muchos con la vista salpicaron,
y no fueron de pocos veneradas;
que habla mucho el silencio de un juicio.
Francisco de Trillo y Figueroa