XXXVII
A LA FIRMEZA DEL AMOR
Al pie de una alta haya en dulce avena
el mantuano Títiro tañía,
y Amarilis no mas le respondía
el valle umbroso, que a su voz resuena.
Cuando un triste zagal, que la cadena
arrastrado de amor también había,
por el valle sus cabras conducía
al lento paso de una amarga pena.
Oyó al triste pastor y dijo: «En vano
te dan oído las frondosas ramas,
y voz la sola y taciturna selva,
»pues no hay piedad en el amor tirano
para olvidar, ni aun las difuntas llamas,
aunque ya en llanto el humo se resuelva».
Francisco de Trillo y Figueroa