TÚMULO A VIRIATO.
HABLA EL MÁRMOL
Memoria soy del más famoso pecho
Que el Tiempo de sí mismo vio triunfante;
En mí podrás, oh amigo caminante,
Un rato descansar del largo trecho.
Lluvias de ojos mortales me han deshecho,
Que la lástima pudo en un instante
Volverme cera, yo que fui diamante,
De tales prendas monumento estrecho.
Estas armas, vïudas de su dueño,
Que visten con funesta valentía
Este, si humilde, venturoso leño,
De Virïato son; él las vestía,
Hasta que aquí durmió el postrero sueño
En que privado fue del blanco día.
Francisco de Quevedo y Villegas