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EL LOBO Y LA CIGÜEÑA

Sin duda alguna que se hubiera ahogado
un lobo con un hueso atragantado,
si a la sazón no pasa una cigüeña.
El paciente la ve, hácela seña;
llega, y ejecutiva,
con su pico, jeringa primitiva,
cual diestro cirujano,
hizo la operación y quedó sano.
Su salario pedía,
pero el ingrato lobo respondía:
«¿Tu salario? Pues, ¿qué más recompensa
que el no haberte causado leve ofensa,
y dejarte vivir para que cuentes
que pusiste tu vida entre mis dientes?»
Marchó por evitar una desdicha,
sin decir tus ni mus, la susodicha.

Haz bien, dice el proverbio castellano,
y no sepas a quien; pero es muy llano,
que no tiene razón ni por asomo:
es menester saber a quien y cómo.
El ejemplo siguiente
nos hará esta verdad más evidente.

autógrafo
Félix María de Samaniego


Libro II Fábula VI

Libro II Fábula VI facsímil Fábulas en verso para el uso del Real Seminario Bascongado. Ed. original. Madrid, 1804.
Voz: Rafael Taibo Voz: Rafael Taibo

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