LA APARICIÓN DE VENUS
De pompa ceñida bajó del Olimpo
La Diosaque en fuego mi pecho encendió;
Sus ojos azules de azul de los cielos,
Su rubio cabello de rayos del sol:
Al labio y mejilla carmín dio la aurora;
Dio el alba a la frente su blando color;
Y al pecho de nieve su brillo argentado
La Cándida senda que Juno formó.
En trono de nácar la luna de agosto,
El iris en mayo tras nube veloz,
Y en fértil otoño la lluvia primera,
Tan gratas al alma, tan dulces no son.
No tanto me asombra del mar el bramido,
De horrísonos truenos el ronco fragor,
Y el rayo rasgando la cóncava nube,
Cual temo sus iras, su adusto rigor...
Mas ¡ay! que los vientos ya baten las alas;
Ya el carro de nubes apresta el Amor;
Ya Céfiro riza la pluma a los cisnes;
Y en coro levantan las Gracias su voz:
Cual rápida estrella que cruza los aires,
Cual fúlgida aurora que el polo alumbró,
Fugaz desparece la plácida Diosa;
Y el orbe se cubre de luto y dolor.
Francisco Martínez de la Rosa