SONETO DE CÓRDOBA
Cuando mi luz estaba consumida
y se volvían noches mis mañanas,
pues la desesperanza de mi vida
era un cuarto sin puertas ni ventanas,
busqué para mis penas sobrehumanas
la protección de la ciudad querida,
y en el regazo fiel de sus campanas
recliné mi cabeza dolorida.
Y me quedé dormido bajo el cielo,
con un sueño de niño fatigado
que sólo en descansar halla consuelo,
para soñar, desde mi noche incierta,
y volver a soñar, enamorado,
con la mujer que ahora me despierta.
Francisco Luis Bernárdez