SONETO AL NIÑO DIOS
Te llamé con la voz del sentimiento
antes de la primera desventura,
te busqué con la luz, aún obscura,
que despuntaba en el entendimiento.
Pero siempre, Señor, sin fundamento.
Pero nunca, Señor, con fe segura,
porque la luz aquella no era pura
y aquella voz se la llevaba el viento.
Fue necesario que muriera el día,
que viniera la noche, que callara
la voz y que cesara la alegría,
para que yo te descubriera, para
que la desolación del alma mía
en el llanto del Niño te encontrara.
Francisco Luis Bernárdez