PALABRAS A UNA CRUZ DE PALO
Así como en el llanto del poniente
se presiente el vagido de la aurora,
tu plenitud sacramental de ahora
su adolescencia vegetal presiente.
Eras un álamo, meditabundo
como la amanecida del cariño,
cuando para un espíritu de niño
es un muñeco destripado el mundo.
Un álamo poeta hubieras sido
si un destino mejor no convirtiera
en ave tu metáfora primera
y tu primer epitalamio en nido.
Leal a tu destino como ahora,
estabas tan ausente y tan arriba
que ignorabas tu sombra como ignora
las ofensas un alma comprensiva.
Y como eras hermano de Jesús,
para representarte su memoria,
un día, tu materia transitoria
jerarquizaste eternamente en cruz.
Si bastan cuatro tiempos de compás
para ceñir el cósmico concierto,
para abrazar el infinito incierto
bastan tus cuatro brazos, nada más.
De tu cuádruple abrazo es el esfuerzo
síntesis de las cuatro lejanías
y las elementales energías
en que se crucifica el universo.
En trescientos sesenta grados que
resume tu cuadrángulo me fundo
para medir la órbita del mundo
y la circunferencia de mi fe.
Con tu símbolo + sumo las dos
hipótesis del tiempo y el espacio
y mi voracidad de lumbre sacio
despejando la incógnita de Dios.
Eres conciliadora abreviatura
de dos caminos de peregrinante
uno ideal, tendido hacia adelante,
y otro sentimental, hacia la altura.
Tus aspas son del único molino
que con suspiros de plegaria rueda
para que el hombre bondadoso pueda
moler el trigo de su pan divino.
Anuda tanta caridad y tanta
misericordia de perdón tu nudo,
que te pareces al sollozo mudo
que está crucificando mi garganta.
Francisco Luis Bernárdez