SONETO XLI
Las lágrimas, amor, dulces y amargas,
En quien cebaste mis primeros días,
Las dudosas y breves alegrías,
Las esperanzas y promesas largas,
Y los suspiros en que tú descargas
Un corazón rendido a sus porfías;
El temor, el deseo y las más vías,
Por quien tu reino en nuestro daño alargas,
Te he dejado de hoy más libres y exentas:
Ya no soy tuyo, ya vivo seguro,
De sentir más por ti pena ni gloria:
Mas ay, amor, ay desleal perjuro,
Que bien sospecho, para qué sustentas
De algún bien que me diste la memoria.
Francisco de Figueroa