ÉGLOGA PASTORAL
Thirsi, Pastor del más famoso río,
Que da tributo al Tajo, en la ribera
Del glorioso Sebeto a Dafne amaba
Con ardor tal, que fue mil veces visto
Tendido en tierra en doloroso llanto
Pasar la noche, y al nacer del día
Como suelen tornar otros del sueño
Al ejercicio usado, así del llanto
Tornar al llanto, y de una en otra pena
Rompiendo el aire en semejantes voces.
Fiero dolor, que del profundo pecho
De este tu propio antiguo usado nido
De encendidos suspiros y de llanto
Vivo, tan abundante y larga vena
Sacas, y fuera envías por tus ministros
Los ojos tristes, y la amarga boca,
Que a entrambos el debido oficio impides,
Afloja un poco, ¡oh dolor fiero! afloja,
Fiero dolor, un poco: y de las lágrimas,
Que en mis ojos cuajadas hacen turbia
Mi débil vista, alguna parte enjuga;
Porque con este hierro, que algun día
Ha de dar fin a mi cansada vida,
En este tronco escriba mis querellas;
Do por ventura la engañosa Dafne
Tornando de la caza calurosa,
O sedienta, a buscar o sombra o agua,
Vuelva acaso los ojos y los lea.
O si esto no, serán piadoso ejemplo
A amorosos pastores: mas en vano
Te pido luz: que mal podrá escribirlas
La flaca mano; antes alarga el freno,
Deja libre salir esta corriente
De llanto: y ciega a tu placer mis ojos,
Los espesos suspiros templa un poco:
Porque puedan salir a vueltas de ellos
Mis roncas voces: Dafne, ingrata Dafne,
Que mientras vas con el sol nuevo alegre
Del espacioso mar las bravas ondas,
Que crecen de mis lágrimas, mirando;
O en jardín deleitoso, al manso viento
De cuidados de amor libre paseas;
O en apartado valle en árbol verde
Por ventura de amor pensosa escribes:
Mientras do quier que vas, das con los ojos
Lumbre, reposo, yerbas, flores, hojas:
Tu Thirsi, ¡ay Dios! tu Thirsi un tiempo yace
Solo con su dolor entre esta selva,
Encerrado en sus tristes pensamientos:
Que ya ni verde prado, o sombra fresca
Ni olor suave de diversas flores,
Ni dulce murmurar de clara fuente,
Ni otra cosa otro tiempo dulce y cara
Le es dulce, o cara, sino el llanto solo;
Con éste riega en torno el bosque, y corren
Por estos valles de él mil turbios ríos.
¡Cuántos Pastores, cuántas Pastorcicas
Amorosas, oyendo mis gemidos,
Han llorado conmigo, consolándome,
Sin saber de mi mal la dura causa!
¿Qué me dijo una vez la blanca Alcea
Movida a compasión? ¿Qué dijo Clori?
La rubia Clori, amor de mil Pastores:
Que estando yo cantando, ella vencida
Del amor que me tiene, entra estas ramas
Escondida, tu nombre oyó en mis versos.
¿Ay amargas palabras, cuán impresas
Os tiene dentro el corazón, o Thirsi,
De tus riberas no pequeña gloria,
Cuál estrella cruel, cuál fiera saña
Te mueve contra ti? ¿Tú mismo buscas
Tu presto fin en tus más tiernos años,
¿Quién te fuerza a pasar tan triste vida
Apartado de aquel sabroso tiempo,
Donde con honra tanta en tantas pruebas
Sobre cualquier Pastor glorioso andabas?
¿No te vi Thirsi yo? Ah, que bien debo
Acordarme del día, en las solemnes
Bodas de Alcipe, estar cual prado en Mayo
De guirnaldas ganadas en mil pruebas
Cercado al derredor, ufano y ledo.
¿Qué tienes ya de aquél? de aquél que pudo
A mí misma robarme? ¿A dónde es ida
Tu gracia? ¿a dónde la color del rostro?
¿A dónde está la fuerza de tus ojos
Amorosos o airados? ¿Quién te tiene
Parado tal? que si tu imágen viva
Desde aquel, para mí cuitado día,
Dentro el pecho esculpida no estuviera,
Te conociera apenas. Mira, o Thirsi,
Que aun a mí tu dolor me desfigura:
¿Y tú cruel, el justo amor debido
A tu Clori, tan mal en Dafne empleas?
Mas así va: son estos los misterios
De la Diosa cruel Reina de Cipro,
Que desiguales ánimas y formas
Se deleita enlazar con crudo juego.
Alcipe ama a Damón: Damón a Clori:
Arde Clori por Thirsi, y Thirsi ingrato
Por Dafne: Dafne está entregada a Glauco:
En Glauco no hay amor. Apenas pude
Escuchar hasta aquí, que airado en vista,
Y muy más dentro el corazon, le dije:
Huye delante mí, malvada Clori,
No me fatigues más con falsas nuevas.
Ella se fue; mas levantó primero
Los ojos lagrimosos hacia el Cielo:
Y no sé si pidió de mí venganza:
Pero bien se la doy: desde aquella hora
He estado sin moverme aquí tendido
Conmigo imaginando, cómo sea
Que por amar a Glauco a Tirsi olvides.
De secreta virtud pequeña yerba
No nace, o planta en este monte o valle,
De quien no tenga yo cierta noticia,
Y la sepa apropiar a sus efectos.
¿Cuándo nació jamás por aquí entorno
Contienda pastoril, que yo no fuese
Elegido juez por ambas partes?
¿Cuándo en fiesta quedé sin algun premio?
Testigos son esta zampona y vaso,
Y ese collar, que cuelga de tus pechos.
Pues si versos se precian, ya te dieron
Otro tiempo loor mis dulces versos:
Y si envueltos en lágrimas no fueran,
Te pudieran dar nombre y gloria eterna.
Mil ovejas, que van presas del lobo
Por estos bosques, y solían ser mías,
¿No te dieron un tiempo de sus partos?
¿No te dieron mis versos fruta y flores?
¿Por qué me ha de vencer pastor ajeno,
Y si no vil, que yo menos famoso?
En ánimo gentil bien poco debe
Poder caduca flor de hermosura:
¿En qué me pasa Glauco? Mas tú eres
La causa, que a él la das, y a mí la quitas:
Que si suerte trocásemos, sería
Por ventura al revés. ¡Ah Dafne ingrata!
¡Ah Dafne desleal! ¡perjura Dafne!
Si esto es verdad, cruel Dafne, ¿qué hago?
¿A qué quiero esperar, que venga a pasos
Perezosos la muerte? aunque está cerca,
Yo quiero apresurarla. En esto prueba
A levantarse, pero no sostienen
Los pies débiles carga tan pesada:
Torna a caer, y con dolor de verse
Estorbar el morir, corre a la muerte,
Perdiendo los espíritus vitales.
Mas presto torna, a su pesar, la vida:
Y torna juntamente el llanto amargo.
Francisco de Figueroa