LAMENTACIONES Y PROPÓSITOS DE SILVIA
Me dice que le gustan mis perfumes
porque huelen a humo de sirenas
quemadas, o locuras de ese tipo.
Esas cosas me dice.
Y me dice también que nada hay
más hermoso en el mundo que unas medias
destrozadas o un labio golpeado.
Y yo le dejo hacer.
O me pide que pose de corista,
que me acerque a su coche dando precio
a un catálogo absurdo de pecados.
Esas cosas me pide.
Lo que ese maldito aún no comprende
es que el juego va en serio y tiene fin,
porque el premio es su muerte o mi locura.
Y eso aún no lo entiende.
Algún día de estos, cuando elogie
el matiz de un perfume o me destroce
mi mejor par de medias, caerá.
Me he comprado una Luger.
O bien cuando me obligue a darle en público
mi dinero y mis joyas para irse
a beber con amigos y tanguistas.
(Porque tiene esos gestos).
Pero ese tipo tiene que caer.
Y ha de verme encender un cigarrillo
mientras que se desangra horrorizado.
Y yo como si nada.
Ya estoy harta de ser actriz sin público,
distracción de un perverso de opereta.
Pienso ir por el mundo haciendo daño.
Y el que quiera, que pague.
«Una mujer no tiene más tesoro
que su corazón, que es fruta corrompida
desde que el mundo es mundo», le he avisado.
No entiende a las mujeres.
Ese tipo no sabe que el amor
no es más que una partida entre canallas
y que a todas nos gusta que nos traten
de zorra para abajo.
Que nos hundan en el fango. Pero en serio.
Felipe Benítez Reyes