POEMA DE LOS SERES IMAGINARIOS
Aminta, con un noli me tangere siempre en los labios.
Amarilis, que dormía en pensiones distintas cada noche
y alguna vez en casa.
Marie, niña belga que huyó de amanecida,
dejándose las medias blancas sobre la alfombra.
Lucinda, lectora —a esas alturas— de Marcuse.
Melancólica Carmen, con un gusto sublime
para el calzado (y recuerdo la escena del tren).
Rubia Leda, con los ojos rasgados
y el alma quebradiza, libertaria musa
de los antros peores, sin dinero y descalza.
Demasiado evidente la experiencia de cama
en Licori, cuerpo desdibujado en la playa, de noche.
Con su rostro afilado y su negra melena derramada
me viene a la memoria Galatea.
Felipe Benítez Reyes