AL CUMPLIR 23 AÑOS
Lo que sin duda he perdido no lo sé.
Y debe de ser bastante, porque ahora que intento
poner en claro el orden trivial de aquellas cosas
que al parecer ostentan el raro privilegio
de dar algún sentido a la existencia,
ahora que intento, en fin, reconciliarme
con mi corto pasado, me asalta la sospecha
de que nunca he sabido qué es en verdad la vida,
ese halago cruel y delicado, esa miniatura
de excesivos detalles (que el recuerdo aligera
por miedo a enloquecernos).
Y como quien regresa de un viaje marcado
por la degradación, el tiempo a mí regresa
en su forma más fría: la memoria,
y así puedo alejarme hacia una edad mejor,
sentida como abstracta y como ajena.
Es invierno en el alma cuando el alma recuerda.
Y he recordado tantas cosas de pronto, con tanta nitidez,
que me obligo a pensar que hubo algo de vano en el vivir
si sólo la nostalgia ya sustenta
ese tiempo espectral, embarcado en la nave que no vuelve.
La ordinariez de todos los futuros posibles
desasosiega y cansa, destruye y trivializa
el sueño adolescente de una existencia noble.
Lo que haya de venir yo no lo sé.
¿Y pagaré mi precio, y arrojaré mi alma
a los perros que aúllan en la noche sola de la vida?
Lo que habrá de venir yo no lo sé.
Felipe Benítez Reyes