SONETO XXIII
Cual sin arrimo vid; cual planta umbrosa,
viuda del ruiseñor que antes solía
con dulce canto, al parecer del día,
invocar de Titón la blanca esposa;
cual navecilla en noche tenebrosa,
do el gobierno faltó que la regía;
cual caminante que perdió su guía
en selva oscura, horrible y tenebrosa;
cual nube de mil vientos combatida;
cual ave que atajó la red su vuelo;
cual siervo fugitivo y cautivado;
cual de peso infernal alma afligida;
o cual quedó tras el diluvio el suelo...;
tal quedé yo sin vos, hermano amado.
Esto dijo Damón, cuando abrazados
los pechos se bañaron juntamente,
diciendo: «Adiós, amigo», «Adiós, hermano».
Francisco de Aldana